viernes, 16 de noviembre de 2012

Remordimientos tardíos



Una punzada de dolor despierta a Pedro. Tarda unos segundos en saber donde está. Recuerda que es un hotel y que tiene una reunión decisiva para ingresar unos buenos millones para su empresa en menos de una hora. La punzada vuelve. El brazo derecho lo tiene completamente dormido y se retuerce por la cama esperando que el dolor se calme. Va a peor.

Piensa en su mujer y sus hijos. En las últimas dos semanas solo los ha visto unas pocas horas. Se han acostumbrado a vivir así. Lo hace por ellos, para que nos les falte de nada. Para que su mujer disponga de todo lo que necesite y algo más. Para que sus hijos puedan ir a buenas universidades y tengan un futuro tan brillante como el de su padre. Cuando ese pensamiento ronda por su cabeza, otro dolor golpea su cuerpo. Remordimiento.

Ahora piensa en sus padres. Gente sencilla de pueblo que lucharon toda su vida ante miles de dificultades y que consiguieron que su hijo no fuese un analfabeto como ellos. Aunque Pedro si disfrutó de ellos. Estuvieron con él cuando estaba enfermo. Recuerda que cuando pasaba horas en su habitación estudiando, su padre entraba para recordarle que también tenía que disfrutar de la vida. Cuando se licenció, estuvieron con él. Cuando se casó, también. Solo le venían a la mente estos momentos, pero siempre estuvieron con él. Pedro, no hacía lo mismo. Vivía para trabajar. Tampoco pudo disfrutar de ellos mientras murieron en aquella habitación de residencia que era tan parecida a la de este hotel.
Ya no veía, solo imágenes que pasaban a toda velocidad por su cabeza. Estaba mareado del mismo dolor y empezó a llorar. Pedro, se prometió a si mismo que si salía de esta, su vida daría un cambio radical. Prometió estar mucho más con su familia.

Murió, tan solo un minuto después, en aquella fría habitación de hotel, mientras que la gente con la que tenía que reunirse, hablaban de lo extraño que era que Pedro llegase tarde.

Tan solo una semana después nadie recordaba a Pedro en su empresa. Su familia lo extrañaba, pero no lo veían menos que cuando vivía. Se habían acostumbrado a vivir así.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Lo que le falta por perder

Igual es culpa mía todo lo que me ocurre, era su primer pensamiento cada mañana.

Otra mañana más que se levantaba directo a la cocina para escuchar el eco de sus pasos por ella. Estaba vacía, con lo justo, con lo suficiente para no desfallecer. Como los sentimientos de un político, casi cero. Su mujer y sus dos hijos se había marchado hacía un mes a casa de los padres de ella. 500 km les separaban. Era lo mejor. La única solución vaya.
Y él , joder, él tenía que quedarse e intentar buscar esa salida que parecía no existir. Tenía que encontrar ese trabajo que seguro le esperaba en algún lugar pero que seguía oculto como si fuese un niño que juega al escondite.

¿Tanto puede irse todo a la mierda?, su segundo pensamiento.

El traje que se enfundaba cada mañana para ir a buscar trabajo empezaba a no ser elegante. Estaba hecho para una persona fuerte y recia, un año antes lo era. Si se hubiese quedado así por voluntad propia incluso lo agradecería, pero había sido por cojones, como todo lo que le ocurría. Por cojones adelgazaba, por cojones se marchaba su familia, por cojones había vendido su coche y muchas de sus pertenencias, por cojones iba a perder su casa. Por cojones estaba hasta los cojones.

¿Donde coño voy hoy? Tercero.

Todo el mundo siempre habla de buscar trabajo de lo suyo, pero lo suyo se había convertido en patear polígonos industriales ofreciéndose como una puta que busca clientes y que muestra la mejor de las sonrisas para ocultar la peor de las tristezas. Lo suyo, era cualquier cosa que le diese una solución a su puta vida. Lo suyo, era cualquier trabajo por mucho que tuviese que trabajar o por poco que le pagasen. Todo era mejor que lo suyo. Lo suyo, sería que todo cambiase y dejase atrás esta racha que ni el jugador de pocker más gafe tendría jamás.

Suerte tenemos con la que esta cayendo, le decía todo el mundo...

...Y a lo mejor tenían razón. Igual tenía que dejar de preocuparse y pensar que todo se acabaría arreglando. Igual todo era un sueño, como Martin Luther King o como Resines. Igual una mañana de estas se levanta y su familia no se ha marchado, ni ha perdido su trabajo, ni tampoco en su buzón se agolpan las cartas del banco reclamándole las cuotas de la hipoteca que hace tiempo que ha dejado de pagar. A lo mejor es rico y ha soñado lo anterior mientras descansa en una playita caribeña en la que pasa seis meses al año mientras se ocupa de unos negocietes.

Igual estaba empezando a perder la cabeza. Era lo único que le faltaba por perder.


martes, 31 de julio de 2012

RELACIONES IMPOSIBLES


Antonio sacó las llaves de casa en el ascensor. Regresaba después de dos días sin aparecer por allí. Al cerrar la puerta vio que todo estaba oscuro, excepto la luz del comedor que estaba encendida. Le pareció raro, siempre encendían una lámpara pequeñita en lugar de la grande que colgaba del techo, no necesitaban tanta luz para un comedor tan pequeño. Se dirigió hacía allí. Vio que Ana estaba sentada en el sofá y llevaba el abrigo puesto como si fuese a salir.
La miró fijamente y se extrañó cuando vio que junto al sofá también había el juego de maletas que trajo ella cuando se vino a vivir a esta casa.

-¿Nos vamos de viaje? -dijo Antonio con una sonrisa nerviosa.

-No Antonio, soy yo la que se marcha y no precisamente de viaje -dijo ella encendiendo un cigarro.

Aunque la noticia le pilló fuera de juego en ese momento, Antonio no dijo nada porque no era una cosa que le extrañara. Últimamente la relación no pasaba por una buena época.

Se sentó en el sofá individual, cerca de Ana, aunque más que sentarse se dejó caer como si su cuerpo se quedara sin fuerzas. Respiró hondo, puso sus manos sobre su cara y resopló intentando asimilar rápidamente la situación para poder encontrar una solución al problema que desde hacía tiempo sabía que le iba a llegar un día u otro.

-¿Podemos hablar e intentar arreglarlo? -dijo Antonio.


-No hay nada que hablar ya, esto está hablado, más que hablado y decidido por mi parte -Ana expulsó el humo y apagó el cigarro después de haberle dado tan sólo tres caladas-. No puedo más, ya no tengo fuerzas para seguir adelante.

-Sabes que yo te quiero -se arrodilló delante de ella e intentó cogerle la mano, pero ella se la rechazó.

-Pues no lo has demostrado -se puso en pie-. Tu trabajo ha sido tu prioridad desde que nos vinimos a vivir juntos. ¿Cuántas noches paso sola? ¿Cuantos fines de semana no te tengo? ¿Cuantos días me dices que vas a venir y me llamas a última hora para decirme que tienes mucho trabajo y que no puedes?

Antonio se volvió a sentar en el sofá. Se sentía abatido y seguía buscando las palabras adecuadas para poder arreglarlo, pero no sabía qué decir puesto que ella tenía razón en ese sentido.

-Puedo cambiar, cariño, te prometo que puedo hacer un esfuerzo y cambiar -su tono sonaba a súplica.

-Antonio, yo necesito otro tipo de vida, sabes que mi gran ilusión es ser mamá y que tú te niegas rotundamente, sabes que hablar del tema es acabar en discusión y ésa es otra de las grandes razones por la que no podemos estar más tiempo juntos.

Estaba decidida a soltárselo todo ese día. Habían discutido muchas veces por el tema de los hijos y él siempre conseguía comprarla con algo, le decía lo mucho que le gustaría realizar un gran viaje con ella y el poco tiempo que tendrían si tuvieran un bebé. Al principio, Ana pensaba que él sólo le estaba dando largas pero que en el fondo Antonio tenía las mismas ganas que ella de tener un crío, pero iba pasando el tiempo y él no cedía.

-Lo hemos hablado mil veces y sabes lo que opino sobre ese tema -se defendió él.                     

-También sabes lo que opino yo. Sabes que es mi gran sueño, tener un bebé tuyo y mío -Ana cada vez gritaba más, la rabia y la impotencia estaban a punto de brotar y rompió a llorar.

Él intento abrazarla pero ella volvió a zafarse. Sabía que poco podía hacer ya, todo estaba perdido y en el tema de los hijos no iba a ceder, bajo ningún concepto.

-Lo siento, Ana, pero si marcharte es tu decisión, poco puedo hacer. Te he dicho que cambiaré y que estaré más por ti, puedo hablar con la empresa y cogerme las vacaciones e irnos los dos para estar juntos unos días, arreglar la situación, pero sobre ser padres, no voy a cambiar -dijo él.

-Un viaje, ¿para qué? -preguntó mientras se acababa de secar las lágrimas de su cara, soltando una risa burlona-. Claro, podemos irnos una semana, un buen viaje, todo muy bien, muy divertido, muy romántico, pero luego ¿qué? ¿Volvemos a la misma rutina de siempre? ¿Tu día y noche en el trabajo y yo siempre sola en casa? -su tono era cada vez más elevado, se estaba poniendo más nerviosa viendo la actitud de Antonio, el cual no estaba ayudando mucho en hacerla cambiar de opinión.

-Me marcho, no puedo seguir ni un sólo minuto más en esta casa, sé que con el tiempo será lo mejor para los dos -Ana agarró las maletas y se dirigió hacia la puerta-. Sabes que siempre te querré, pero también sé que contigo no tendré nunca la felicidad que busco.

Abrió la puerta, salió y se marchó sin darle ni un abrazo ni un beso de despedida, tan sólo un portazo que hizo que toda la casa retumbara por unos momentos.

Antonio se quedó solo en aquel comedor, sin poder levantarse del sofá donde estaba sentado. Pensó en correr tras ella y no dejar que se marchara, en besarla y asegurarle el futuro que ella quería tener. Pero no lo hizo. Tenía claro que por mucho que él quisiera, nada podía ser diferente.

Se acercó a la ventana, vio como subía a un taxi y se marchaba, seguramente para siempre.

El móvil de Antonio empezó a sonar mientras él seguía con su frente pegada a la ventana. Lo buscó en su bolsillo esperando que fuese Ana que le hubiera dicho al taxista que fuera al punto de partida y volviese a casa para pasar la noche juntos. Hacer el amor como la primera vez y buscar la mejor forma de continuar la relación.

-¿Si? -contestó Antonio nada más descolgar el teléfono.

-Hola, papi -respondió una voz  de niño-. ¿Vas a venir hoy a casa?

-Hola, cariño, hoy papi no irá,  pero te prometo que mañana iré. Voy a estar algún tiempo sin viajar tanto -respondió Antonio con una sonrisa en los labios.

-Vale, papá, te quiero mucho -dijo el niño.

-Y yo también. ¿Dónde está mami?

-Se está duchando, es que tenía ganas de hablar contigo y no he podido esperar.

-Muy bien, hijo, un besito y dile que la quiero mucho y que mañana regreso del viaje.

-Vale, papá, buenas noches.

-Buenas noches.


lunes, 11 de junio de 2012

EL RARO


Terminó el libro. Cogió otro. Necesitaba la lectura como el yonki tiene la necesidad de consumir drogas compulsivamente. Los motivos de ambos eran los mismos. Escapar. Huir. Dejar que su vida de mierda siguiese funcionando, pero sin tener participación alguna. Que le jodan al mundo. El suyo estaba incrustado en tinta y papel.  Su cuerpo estaba en aquella butaca vieja que había rescatado de casa de sus padres. Su mente volaba por mundos literarios lejano a la realidad de los demás. En casa no tenía televisión. La gente se vuelve imbécil con ella. No sirve para evadirse, solo para desconectar. Pero él quería vivir. A su manera, pero vivir. Tenía la necesidad de viajar, de sufrir, de disfrutar. Reír. Llorar. Solo lo conseguía con sus libros. Pensaba que la vida nos transforma en todo aquello que de jóvenes detestamos. Preocupaciones, problemas, rutina, desidia. Innecesario cuando puedes disfrutar de la vida de los demás. Vidas imaginarias que contenían los alicientes necesarios para huir. ¿Quién coño quiere ser el vecino de al lado pudiendo ser cualquier detective de James Ellroy? ¿Como comparar la vida de los personajes de Arthur Conan Doyle con la de cualquier conocido que tuviese? Sus depresiones no eran como las de Wallander, ni tiene los cojones de Charlie Parker. Podía vivir las vidas de Roberto Bolaño, involucrarse en las mafias de Mario Puzzo, sentir miedo con Stephen King, realidades con García Márquez, emocionarse con Dickens, investigar con Agatha Christie, la locura de Lewis Carroll o las aventuras de Dafoe.  Sentía pena por las personas que se conformaban con tener un puesto de trabajo y coche en el garaje, para él, eso no tenía ningún mérito. Gilipollas resignados a ver pasar los días y que en más de una ocasión se habían reído de él por ser un tipo raro. Así lo definían, el ser extraño que le importaba una puta mierda la prensa deportiva pero que entraba en una librería y se le ponían los vellos de punta. El perro verde que no salía por las noches por estar sentado en su jodido sofá leyendo. El idiota que tenía carnet de la biblioteca en lugar de tener el de socio de un equipo de fútbol. El freak que leía mientras desayunaba en lugar de contar los polvos que había echado la noche anterior.  Muchas veces le venía a la mente una frase de Unamuno "Uno no es por lo que escribe, sino por lo que ha leído". No le extrañaba que el mundo estuviera lleno de gilipollas.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Sin encontrar la gracia


-¿Estás nervioso?-me preguntó mi novia, Elena.
-Para nada, a tu lado se me van todos los nervios- Mentí.

Iba a conocer a su familia y no podía estar tranquilo. No era sólo por como serían, era lo que menos me preocupaba tal y como era ella. Seguro que tenían que ser un encanto. Lo que realmente me preocupaba era lo que esto significaba. Nuestra relación estaba dando uno de los pasos más importantes que se dan en una pareja.

Estábamos delante de la puerta de su casa, Elena me dio un beso y me miró con esos ojos que me tenían tan enamorado desde la primera vez que los vi.
Sacó las llaves del bolso y abrió la puerta. Entramos y recorrimos un largo pasillo hasta llegar al comedor donde estaban sus padres y sus dos hermanos.

-Papa, mamá, este es Esteban -Elena hizo la presentación.
-Hola Esteban, soy Miriam, la mamá de Elena -la madre me dio la mano y me dedicó una sonrisa cariñosa.
-¿Qué tal?-El padre no me dijo el nombre y olvidó la sonrisa cariñosa.
-Estos dos que parece que no se han dado cuenta de nuestra presencia, son mi hermano mayor Juan y mi hermano pequeño Óscar.
-Hola -dije yo. Ninguno se dignó ni siquiera a mirarme. Estaban mirando una película de dibujos en la televisión.
-Sentaros aquí en el sofá ¿queréis tomar algo? -dijo su madre que todavía no había quitado esa sonrisa que tanto me recordaba a una vendedora de seguros.
-Yo quiero una Coca Cola ¿quieres tú otra Esteban? –me preguntó Elena.
-Bien -Soy una persona muy vergonzosa y me costaba articular más palabras o construir frases más extensas.
-¿No prefieres una cerveza? -me preguntó el padre de Elena.
-No, gracias, no bebo.
-¿No bebes cerveza? -el padre me estudiaba con la mirada, había desconfianza en ella.
-Nada que lleve alcohol -seguramente aquello era una pregunta trampa, así que tenía que ir con cuidado.
-¡Puff! -el padre soltó un resoplido.
-Mamá, te voy a ayudar a traer las bebidas -dijo Elena levantándose para seguir a su madre hasta la cocina.
“!No te vayas, no me dejes solo¡” yo intentaba decírselo con la mirada pero, o me dejé alguna palabra visual o que su padre y sus hermanos se quedaran a solas conmigo era un ritual indispensable en aquella casa.
 -Y bien -empezó a decir aquel hombre que seguía retándome con la mirada, aunque ya se había dado cuenta de que había ganado la batalla desde el principio- ya me ha dicho Elena que trabajas en el hospital de la Paz.
-Sí, llevo cuatro años allí.
-Yo voy mucho a ese hospital -por fin escuchaba la voz del hermano mayor, aunque seguía sin apartar la vista de aquellos dibujos-¿Eres médico?
-No, trabajo en mantenimiento.
-Yo odio a los médicos, son todos unos cabrones hijos de puta-por fin me miraba, aunque más me hubiese valido que no lo hubiese hecho. Tenía los ojos como inyectados en sangre. Era una mirada que asustaría al mismo diablo.
-¡No hables así Juan! -dijo el padre - Mi hijo ha tenido unos pequeños problemas mentales, pero ahora esta bastante mejor.
-Me alegro –Contesté. La mirada de mi suegro se endureció- Me refiero a que esté mejor, no a sus problemas mentales, claro.-Cagada.
Se hizo un silencio incómodo ¿por qué coño no venía Elena?
-Entonces trabajas en el mantenimiento del hospital, no bebes, pareces un buen chaval, creo que Elena ha tenido suerte -dijo el padre, esta vez más relajado.
Yo no sabía que contestar, así que me limité a sonrojarme y sonreír.
-Los médicos son todos unos malnacidos -el hermano Juan volvía a la carga.
-Cállate tarado -ya empezaba a pensar que el pequeño era mudo, pero no.
-La próxima vez que vaya al hospital mataré algún médico -Juan no movía más que sus labios, era como si no estuviese allí con nosotros, como si su ya estuviese torturando a alguno de los de la bata blanca..
-Papá, dile a este gilipollas que se calle, no me deja ver los dibujos.
-¿Queréis callaros los dos de una puta vez? -mi suegro se levantó y empezó a darles fuertes golpes con la mano abierta en la cabeza.
Me quedé helado. Yo estaba en el mismo sofá que los dos chavales y la situación me pareció muy incómoda. “!!Elena, vuelve¡¡”.
Juan no era ningún crío, podría tener mi edad tranquilamente, unos veinticinco años y Óscar, rondaría los dieciocho, pero ninguno se inmutaba cuando su padre les golpeaba. Ni siquiera trataban de protegerse.
Mi suegro volvió a su asiento con toda la tranquilidad del mundo. En su cara no había muestras de nerviosismo ni preocupación. Podría afirma que estaba más relajado ahora que cuando entré en su casa.
Elena volvió con una bandeja con las bebidas.
-¿Qué papa, no habrás amenazado a Esteban como en las películas, “si no cuidas a mi hija…? -Elena imitaba una voz masculina y reía. A mí no me hizo ninguna gracia.
-Sabes que yo no soy así hija -me miró y me guiñó un ojo.
Los dos hermanos seguían viendo la televisión con la misma postura que tenían cuando llegamos.
La madre de Elena traía un vaso de tubo lleno de un líquido que parecía whisky y al que daba largos tragos.
-Mi niña, os quedaréis a cenar ¿verdad? -dijo la madre y se bebió más de medio.
-No mamá, hemos quedado con unos amigos a cenar y nos tenemos que marchar ya.
-Pero si no ha dado tiempo a… ¡ups! -a mi suegra le vino una especie de hipo que no le permitió terminar la frase.
-No te preocupes mamá, ahora que ya lo conocéis vendrá más a menudo -tal y como Elena iba pronunciando esas palabras yo iba pensando en lo que eso significaba y me entro un miedo que no había sentido jamás. Terror.
-Sí, por supuesto, esto es el principio -yo no sabía ni qué decir.
-¡Cuñaaaaao! - el pequeño, Óscar, empezó a chillarme al oído riendo como un poseso.
-¡Los médicos son un montón de mierda, son unos matasanos! -y ahora el que faltaba, el otro.
-Me voy a cagar en la puta de oros -el padre se levantó y empezó a darles golpes de nuevo en la cabeza.
-Será mejor que nos vayamos – me dijo Elena- Mamá, nos vamos.
La madre estaba totalmente dormida en el sofá, sin haber soltado el vaso del cual ya no quedaba ni una sola gota.
Elena me dio la mano y me sacó de aquella locura sin despedirnos de nadie. Llegamos hasta el coche con un silencio incómodo. Al final fue ella la que me preguntó.
-¿Qué te ha parecido mi familia? -dijo Elena.
-Bueno, ¿quieres que sea sincero?
-Prefiero que hoy no lo seas.
-Pues, que son un verdadero encanto.-Los dos nos reímos a carcajadas.
 Yo seguía sin encontrarle la puta gracia

lunes, 30 de abril de 2012

Otra historia de amor más



 Soraya, le observaba con esa chispa que dicen que se tiene en la mirada cuando se esta enamorada. Para ella era el hombre de su vida, lo mejor que le puede pasar a un ser humano. Decir que era su media naranja se quedaba corto para definir esa unión. Incluso podía asegurar que era mucho más de medio, era su ochenta por ciento.

Hasta ahora, Soraya no había estado con un hombre de verdad. Sus padres se habían encargado de educarla para que su pareja ideal fuese un tío que le diese una vida cómoda. Lo que ellos entendían por comodidad, ella lo veía como una vida aburrida de cojones. Una vida sin más, como la de tantos, como la de ellos. Sus fantásticos, maravillosos e increíbles progenitores, los que intentaban ocultar que no se soportaban. Los que vivían juntos porque tenían claro que con sus vidas tan mierdosas no iban a encontrar a nadie que les aguantara.

Soraya era diferente a pesar de haber intentado ser lo que todos querían que fuese. Tuvo un novio durante cinco años. Un buen chaval. Demasiado atento con ella. Un chico que se desvivía por hacerla feliz. Lo llamaba Murphy. Si algo tenía que salir mal, por mucho que pusiera todo el empeño, salía mal. Soraya, intentó no hacerle daño a la hora de terminar con él. En ese momento, fue a ella a la que se podía haber apodado Murphy. Peor imposible. Tras él, llegaron otros. Nada, la misma mierda con diferente rostro.

Ahora, era feliz. Muy feliz. Felicísima o alguna palabra así. En los dos meses que llevaban juntos, su vida había cambiado radicalmente. Pensó en lo jodidamente idiota que era la vieja Soraya y lo mucho que disfrutaba la nueva. Y todo gracias a ese chico que le estaba mostrando un mundo totalmente diferente. Nuevas sensaciones, nuevas amistades, nuevas formas de divertirse. Nuevas formas de no ser quien era. Sus padres la matarían si se enterasen. Sus padres eran unos aburridos de cojones.

Se acercó, le besó la frente y le quitó la aguja con cuidado. No le había dado tiempo a desengancharla de su vena. El chute había sido tremendo. Chute tremendo igual a colocón impresionante. Soraya, quería estar toda la vida con él. No sabía cuanto tiempo sería toda la vida. Viviría el momento. Esto también se lo había enseñado su chico.





sábado, 21 de abril de 2012

Madrid Vs Barcelona, 2 de mayo



2 de mayo, Madrid                       20:00

Santiago Bernabéu, emocionante partido de liga que puede hacer que el líder, el F.C Barcelona, aumente la ventaja de puntos con su eterno rival el Real Madrid.

2 de mayo, Sierra Leona           20:00

Eric, de tres años de edad, muere de gastroenteritis, enfermedad que causa muchas muertes de niños en su país, su madre de dieciséis años, llora desconsolada.

2 de mayo, Madrid                       20:13

Higuaín consigue adelantar el marcador para el Real Madrid con un gran gol. Los blancos se ponen por delante y ven posible ganar al Barcelona.

2 de mayo, Irak                             20:13

Un soldado Irakí, dispara a un objeto sospechoso que se mueve demasiado ligero y que no responde cuando le dan el alto. Cuando se acerca ve que la víctima es un niño de seis años que lleva un balón de futbol en sus manos. “Seguramente se le hizo tarde y no llego a tiempo a su casa, antes de que dieran el toque de queda”, piensa el soldado mientras vuelve a su trabajo.

2 de mayo, Madrid                       20:17

Henry consigue empatar el partido, después de marcar un gol en el que el cancerbero Iker Casillas, no ha podido hacer nada.

2 de mayo, Barcelona                 20:17

Fernando, llega a casa después de haber tomado unas copas de más con los amigos, su mujer le ha preparado la cena, pero Fernando le nota un sabor raro. Fernando estrella el plato contra la pared y golpea a su mujer que ya no se extraña por esa reacción. Fernando deja de golpear a su mujer y le cambia la cara cuando ve que esta no respira.

2 de mayo, Madrid                        20:19

Pujol remata de cabeza un balón a la salida de un corner, y consigue poner de nuevo por delante a su equipo en el marcador.

2 de mayo, Ciudad Juárez           20:19

Gabriel, siente el frío del cañón de la pistola en su frente. En los dos años que lleva de policía, nunca había pasado tanto miedo. Escucha un click, luego oscuridad.

2 de mayo, Madrid                          20:35

Messi, vuelve a meter el balón dentro de la red, el tercero del Barcelona, los aficionados cules están como locos.

2 de mayo, Cádiz                            20:35

Antonio, llora sentado en el comedor de su casa, pensando en la mudanza que tiene que hacer. Lo desalojan por no poder hacerse cargo de la hipoteca que solicitó, su mujer se ha marchado a casa de su madre con sus dos hijos. Ella nunca pensó que esa era la vida que Antonio le iba a dar. Antonio pasa la soga por la lámpara y después por su cuello.

2 de mayo, España                         22:00

El resultado final del partido ha sido de 2-6 a favor del F.C. Barcelona, las calles más importantes del país se llenan de aficionados cules, que celebran el triunfo de su equipo ante el eterno rival y su aproximación para ser campeones de liga.

2 de mayo, Barcelona                    22:00

Ramiro, historiador de 82 años pasea por la rambla de Barcelona, cuando empieza a ver llegar gente con banderas y bufandas de su equipo. Ramiro, decide volver a su casa antes de que aquello atraiga a demasiadas personas y se convierta en un lugar peligroso.

Ramiro nada más entrar en su casa, piensa en lo mucho que se luchó él mismo día del mismo mes  doscientos un años antes contra las tropas francesas. “Lo único que nos saca de casa hoy en día, es un equipo de futbol” piensa Ramiro, mientras intenta conciliar el sueño