Remordimientos tardíos
Una
punzada de dolor despierta a Pedro. Tarda unos segundos en saber donde está.
Recuerda que es un hotel y que tiene una reunión decisiva para ingresar unos
buenos millones para su empresa en menos de una hora. La punzada vuelve. El
brazo derecho lo tiene completamente dormido y se retuerce por la cama
esperando que el dolor se calme. Va a peor.
Piensa
en su mujer y sus hijos. En las últimas dos semanas solo los ha visto unas
pocas horas. Se han acostumbrado a vivir así. Lo hace por ellos, para que nos
les falte de nada. Para que su mujer disponga de todo lo que necesite y algo
más. Para que sus hijos puedan ir a buenas universidades y tengan un futuro tan
brillante como el de su padre. Cuando ese pensamiento ronda por su cabeza, otro
dolor golpea su cuerpo. Remordimiento.
Ahora
piensa en sus padres. Gente sencilla de pueblo que lucharon toda su vida ante
miles de dificultades y que consiguieron que su hijo no fuese un analfabeto
como ellos. Aunque Pedro si disfrutó de ellos. Estuvieron con él cuando estaba
enfermo. Recuerda que cuando pasaba horas en su habitación estudiando, su padre
entraba para recordarle que también tenía que disfrutar de la vida. Cuando se
licenció, estuvieron con él. Cuando se casó, también. Solo le venían a la mente
estos momentos, pero siempre estuvieron con él. Pedro, no hacía lo mismo. Vivía
para trabajar. Tampoco pudo disfrutar de ellos mientras murieron en aquella
habitación de residencia que era tan parecida a la de este hotel.
Ya no
veía, solo imágenes que pasaban a toda velocidad por su cabeza. Estaba mareado
del mismo dolor y empezó a llorar. Pedro, se prometió a si mismo que si salía
de esta, su vida daría un cambio radical. Prometió estar mucho más con su
familia.
Murió,
tan solo un minuto después, en aquella fría habitación de hotel, mientras que
la gente con la que tenía que reunirse, hablaban de lo extraño que era que Pedro
llegase tarde.
Tan solo
una semana después nadie recordaba a Pedro en su empresa. Su familia lo
extrañaba, pero no lo veían menos que cuando vivía. Se habían acostumbrado a
vivir así.
Un tiempo ausente por muchos trabajos que hacer, pero siempre saco un hueco para leerme tus relatos. El tiempo perdido, ese drama tan presente en todos los escritos y en todas las épocas.Muy buen relato. Nunca dejes de escribir, hay quienes, como yo, disfrutamos SIEMPRE con tus relatos. ¡Genial!
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