lunes, 30 de abril de 2012

Otra historia de amor más



 Soraya, le observaba con esa chispa que dicen que se tiene en la mirada cuando se esta enamorada. Para ella era el hombre de su vida, lo mejor que le puede pasar a un ser humano. Decir que era su media naranja se quedaba corto para definir esa unión. Incluso podía asegurar que era mucho más de medio, era su ochenta por ciento.

Hasta ahora, Soraya no había estado con un hombre de verdad. Sus padres se habían encargado de educarla para que su pareja ideal fuese un tío que le diese una vida cómoda. Lo que ellos entendían por comodidad, ella lo veía como una vida aburrida de cojones. Una vida sin más, como la de tantos, como la de ellos. Sus fantásticos, maravillosos e increíbles progenitores, los que intentaban ocultar que no se soportaban. Los que vivían juntos porque tenían claro que con sus vidas tan mierdosas no iban a encontrar a nadie que les aguantara.

Soraya era diferente a pesar de haber intentado ser lo que todos querían que fuese. Tuvo un novio durante cinco años. Un buen chaval. Demasiado atento con ella. Un chico que se desvivía por hacerla feliz. Lo llamaba Murphy. Si algo tenía que salir mal, por mucho que pusiera todo el empeño, salía mal. Soraya, intentó no hacerle daño a la hora de terminar con él. En ese momento, fue a ella a la que se podía haber apodado Murphy. Peor imposible. Tras él, llegaron otros. Nada, la misma mierda con diferente rostro.

Ahora, era feliz. Muy feliz. Felicísima o alguna palabra así. En los dos meses que llevaban juntos, su vida había cambiado radicalmente. Pensó en lo jodidamente idiota que era la vieja Soraya y lo mucho que disfrutaba la nueva. Y todo gracias a ese chico que le estaba mostrando un mundo totalmente diferente. Nuevas sensaciones, nuevas amistades, nuevas formas de divertirse. Nuevas formas de no ser quien era. Sus padres la matarían si se enterasen. Sus padres eran unos aburridos de cojones.

Se acercó, le besó la frente y le quitó la aguja con cuidado. No le había dado tiempo a desengancharla de su vena. El chute había sido tremendo. Chute tremendo igual a colocón impresionante. Soraya, quería estar toda la vida con él. No sabía cuanto tiempo sería toda la vida. Viviría el momento. Esto también se lo había enseñado su chico.





sábado, 21 de abril de 2012

Madrid Vs Barcelona, 2 de mayo



2 de mayo, Madrid                       20:00

Santiago Bernabéu, emocionante partido de liga que puede hacer que el líder, el F.C Barcelona, aumente la ventaja de puntos con su eterno rival el Real Madrid.

2 de mayo, Sierra Leona           20:00

Eric, de tres años de edad, muere de gastroenteritis, enfermedad que causa muchas muertes de niños en su país, su madre de dieciséis años, llora desconsolada.

2 de mayo, Madrid                       20:13

Higuaín consigue adelantar el marcador para el Real Madrid con un gran gol. Los blancos se ponen por delante y ven posible ganar al Barcelona.

2 de mayo, Irak                             20:13

Un soldado Irakí, dispara a un objeto sospechoso que se mueve demasiado ligero y que no responde cuando le dan el alto. Cuando se acerca ve que la víctima es un niño de seis años que lleva un balón de futbol en sus manos. “Seguramente se le hizo tarde y no llego a tiempo a su casa, antes de que dieran el toque de queda”, piensa el soldado mientras vuelve a su trabajo.

2 de mayo, Madrid                       20:17

Henry consigue empatar el partido, después de marcar un gol en el que el cancerbero Iker Casillas, no ha podido hacer nada.

2 de mayo, Barcelona                 20:17

Fernando, llega a casa después de haber tomado unas copas de más con los amigos, su mujer le ha preparado la cena, pero Fernando le nota un sabor raro. Fernando estrella el plato contra la pared y golpea a su mujer que ya no se extraña por esa reacción. Fernando deja de golpear a su mujer y le cambia la cara cuando ve que esta no respira.

2 de mayo, Madrid                        20:19

Pujol remata de cabeza un balón a la salida de un corner, y consigue poner de nuevo por delante a su equipo en el marcador.

2 de mayo, Ciudad Juárez           20:19

Gabriel, siente el frío del cañón de la pistola en su frente. En los dos años que lleva de policía, nunca había pasado tanto miedo. Escucha un click, luego oscuridad.

2 de mayo, Madrid                          20:35

Messi, vuelve a meter el balón dentro de la red, el tercero del Barcelona, los aficionados cules están como locos.

2 de mayo, Cádiz                            20:35

Antonio, llora sentado en el comedor de su casa, pensando en la mudanza que tiene que hacer. Lo desalojan por no poder hacerse cargo de la hipoteca que solicitó, su mujer se ha marchado a casa de su madre con sus dos hijos. Ella nunca pensó que esa era la vida que Antonio le iba a dar. Antonio pasa la soga por la lámpara y después por su cuello.

2 de mayo, España                         22:00

El resultado final del partido ha sido de 2-6 a favor del F.C. Barcelona, las calles más importantes del país se llenan de aficionados cules, que celebran el triunfo de su equipo ante el eterno rival y su aproximación para ser campeones de liga.

2 de mayo, Barcelona                    22:00

Ramiro, historiador de 82 años pasea por la rambla de Barcelona, cuando empieza a ver llegar gente con banderas y bufandas de su equipo. Ramiro, decide volver a su casa antes de que aquello atraiga a demasiadas personas y se convierta en un lugar peligroso.

Ramiro nada más entrar en su casa, piensa en lo mucho que se luchó él mismo día del mismo mes  doscientos un años antes contra las tropas francesas. “Lo único que nos saca de casa hoy en día, es un equipo de futbol” piensa Ramiro, mientras intenta conciliar el sueño

miércoles, 11 de abril de 2012

Se terminó la pesadilla



Sentado en la parte trasera del coche de policía, sonreía. Las esposas le apretaban, pero era un dolor tan pequeño comparado con el que llevaba años sufriendo que incluso le gustaba. Se acabó la pesadilla. Aquellos pequeños hijos de puta habían pagado por todo el daño que le habían provocado. Se sentía por fin liberado. A pesar de ser muy consciente de lo que le esperaba a partir de ahora, se sintió feliz. Desde párvulos, sentir la campana del recreo o el fin de clase se había convertido en la hora maldita. La hora donde ningún mayor podía ver como aquellos dos psicópatas se cebaban con él. La hora en la que sufría golpes, robos, insultos, humillaciones, vejaciones y miles de salvajadas que fueron a peor conforme pasaban los años.

Pensaba en la reacción de sus padres cuando les llamaran para comunicarles lo que su hijo había hecho. Esperaba que no se enfadaran con él. Entendería que se asustasen, que sufrieran, que llorasen, pero nunca que lo culparan. No había otra forma de pararlos, pensó. Ellos eran conscientes de lo mucho que su hijo sufría. Habían intentado solucionarlo de mil maneras. Hablaron con los profesores, con los dos cabrones, con los padres de estos y con el director del colegio. Siempre fue para peor. Tras el insulto de chivato, llegaban los golpes cada vez con mayor odio. Llegó un punto en que ocultaba todo lo que le hacían e intentaba mostrarse como un niño normal cuando estaba en casa. Fingir el daño psíquico lo tenía muy controlado. El físico no eran tan sencillo.

Cada noche, al acostarse, soñaba despierto con terminar con aquella pesadilla. En ocasiones solo les devolvía los golpes hasta que terminaban respetándole. Otras los torturaba hasta dejarlos tullidos. Dependía de lo que le hubiesen hecho ellos, sus sueños iban a peor. Había días que los mataba de las formas más crueles que puede imaginar una mente infantil. Aquel día, dejo de ser un sueño.

Ese día, en clase, nadie notó que estaba más distraído que otros días. Tampoco es que alguien se fijase en él si no era para ver como lo golpeaban. Era como si el odio que aquellos dos niños sentían por él sin motivo alguno se hubiese propagado por todo el colegio como una especie de gripe invernal. Aunque solo lo ignoraban. Ojala también lo hubieran hecho ellos. Pensaba en el cuchillo que había cogido de la cocina y que había escondido entre los libros que llevaba su mochila. Era el mismo cuchillo cuya hoja, muchos días había estado apoyado sobre sus muñecas, pero sin la suficiente fuerza como para acabar con su vida. ¿Por qué tenía que morir él?¿Qué mal había hecho?, todas esas preguntas volvieron a resurgir aquel día en clase. Sabía que si no acababa con ellos, otros podrían sufrir lo mismo que él. Sonó la campana y corrió al lavabo. Escondió el cuchillo en sus pantalones y se hizo un pequeño corte en la pierna. Le dolió, pero esta vez el daño lo convirtió en rabia. La rabia suficiente para tener el valor de hacer lo que se había propuesto. Salió a la calle, por primera vez en mucho tiempo con la cabeza alta. Se fue directo a por ellos. Sabía que el factor sorpresa sería importante. También era consciente de la diferencia de fuerza que había. Lo machacarían si no los pillaba despistados. No había diferencia entre el odio que sentía por ambos, así que se decidió por el más cercano. Saco el cuchillo del pantalón, la herida ya no dolía, puso la mano en su hombro y en cuanto se dio la vuelta arremetió con todas sus fuerzas a la altura del corazón. Saco el cuchillo y con dos pasos rápidos lo clavó de nuevo en el mismo lugar que al primero. Todos los niños empezaron a correr y le alegró ver que nadie les defendía, igual que nunca lo defendieron a él. Se sentó. Lloró. Nunca lo había hecho hasta ahora por muy fuerte que le hubiesen dado. Por más golpe que recibiese, jamás una sola lágrima había salido de sus ojos. Se terminó la pesadilla.