Otra historia de amor más
Soraya, le observaba con esa chispa
que dicen que se tiene en la mirada cuando se esta enamorada. Para ella era el
hombre de su vida, lo mejor que le puede pasar a un ser humano. Decir que era
su media naranja se quedaba corto para definir esa unión. Incluso podía
asegurar que era mucho más de medio, era su ochenta por ciento.
Hasta ahora, Soraya no había estado con un
hombre de verdad. Sus padres se habían encargado de educarla para que su pareja
ideal fuese un tío que le diese una vida cómoda. Lo que ellos entendían por
comodidad, ella lo veía como una vida aburrida de cojones. Una vida sin más,
como la de tantos, como la de ellos. Sus fantásticos, maravillosos e increíbles
progenitores, los que intentaban ocultar que no se soportaban. Los que vivían
juntos porque tenían claro que con sus vidas tan mierdosas no iban a encontrar
a nadie que les aguantara.
Soraya era diferente a pesar de haber
intentado ser lo que todos querían que fuese. Tuvo un novio durante cinco años.
Un buen chaval. Demasiado atento con ella. Un chico que se desvivía por hacerla
feliz. Lo llamaba Murphy. Si algo tenía que salir mal, por mucho que pusiera
todo el empeño, salía mal. Soraya, intentó no hacerle daño a la hora de
terminar con él. En ese momento, fue a ella a la que se podía haber apodado
Murphy. Peor imposible. Tras él, llegaron otros. Nada, la misma mierda con
diferente rostro.
Ahora, era feliz. Muy feliz. Felicísima o
alguna palabra así. En los dos meses que llevaban juntos, su vida había
cambiado radicalmente. Pensó en lo jodidamente idiota que era la vieja Soraya y
lo mucho que disfrutaba la nueva. Y todo gracias a ese chico que le estaba
mostrando un mundo totalmente diferente. Nuevas sensaciones, nuevas amistades,
nuevas formas de divertirse. Nuevas formas de no ser quien era. Sus padres la
matarían si se enterasen. Sus padres eran unos aburridos de cojones.
Se
acercó, le besó la frente y le quitó la aguja con cuidado. No le había dado
tiempo a desengancharla de su vena. El chute había sido tremendo. Chute
tremendo igual a colocón impresionante. Soraya, quería estar toda la vida con
él. No sabía cuanto tiempo sería toda la vida. Viviría el momento. Esto también
se lo había enseñado su chico.
Que bonita es esa realidad paralela con la que todos soñamos a veces. Y que peligrosa cuando, a través de las drogas o de tu propia mente, te dejas arrastrar por ella dejando en segundo plano la VERDADERA realidad. La puta, la cruda.
ResponderEliminarMuy bien! Un abrazo amigo.
Una pena llegar a sentirse feliz, viviendo con la necesidad de drogarse. Una felicidad que solo dura el rato en la que le chute está haciendo el efecto y luego, todo vuelve a ser tan miserable como antes. Y así día tras día...
ResponderEliminarDicho esto, has plasmado la realidad de muchas parejas, que tanto el/ella, se deja tanto influir por la otra persona que termina destruyendo por dentro y que si la incita a eso no la quiere.
Felicidades por esta nueva entrada. ¡Un abrazo!
Reprimir a alguien a no hacer algo, ahí es cuando ese alguien desea hacerlo con todas sus fuerzas.
ResponderEliminarPero qué puto artista que eres, ¡hostia!