viernes, 16 de noviembre de 2012

Remordimientos tardíos



Una punzada de dolor despierta a Pedro. Tarda unos segundos en saber donde está. Recuerda que es un hotel y que tiene una reunión decisiva para ingresar unos buenos millones para su empresa en menos de una hora. La punzada vuelve. El brazo derecho lo tiene completamente dormido y se retuerce por la cama esperando que el dolor se calme. Va a peor.

Piensa en su mujer y sus hijos. En las últimas dos semanas solo los ha visto unas pocas horas. Se han acostumbrado a vivir así. Lo hace por ellos, para que nos les falte de nada. Para que su mujer disponga de todo lo que necesite y algo más. Para que sus hijos puedan ir a buenas universidades y tengan un futuro tan brillante como el de su padre. Cuando ese pensamiento ronda por su cabeza, otro dolor golpea su cuerpo. Remordimiento.

Ahora piensa en sus padres. Gente sencilla de pueblo que lucharon toda su vida ante miles de dificultades y que consiguieron que su hijo no fuese un analfabeto como ellos. Aunque Pedro si disfrutó de ellos. Estuvieron con él cuando estaba enfermo. Recuerda que cuando pasaba horas en su habitación estudiando, su padre entraba para recordarle que también tenía que disfrutar de la vida. Cuando se licenció, estuvieron con él. Cuando se casó, también. Solo le venían a la mente estos momentos, pero siempre estuvieron con él. Pedro, no hacía lo mismo. Vivía para trabajar. Tampoco pudo disfrutar de ellos mientras murieron en aquella habitación de residencia que era tan parecida a la de este hotel.
Ya no veía, solo imágenes que pasaban a toda velocidad por su cabeza. Estaba mareado del mismo dolor y empezó a llorar. Pedro, se prometió a si mismo que si salía de esta, su vida daría un cambio radical. Prometió estar mucho más con su familia.

Murió, tan solo un minuto después, en aquella fría habitación de hotel, mientras que la gente con la que tenía que reunirse, hablaban de lo extraño que era que Pedro llegase tarde.

Tan solo una semana después nadie recordaba a Pedro en su empresa. Su familia lo extrañaba, pero no lo veían menos que cuando vivía. Se habían acostumbrado a vivir así.