Igual es culpa mía todo lo que me ocurre, era su primer pensamiento cada mañana.
Otra mañana más que se levantaba directo a la cocina para escuchar el eco de sus pasos por ella. Estaba vacía, con lo justo, con lo suficiente para no desfallecer. Como los sentimientos de un político, casi cero. Su mujer y sus dos hijos se había marchado hacía un mes a casa de los padres de ella. 500 km les separaban. Era lo mejor. La única solución vaya.
Y él , joder, él tenía que quedarse e intentar buscar esa salida que parecía no existir. Tenía que encontrar ese trabajo que seguro le esperaba en algún lugar pero que seguía oculto como si fuese un niño que juega al escondite.
¿Tanto puede irse todo a la mierda?, su segundo pensamiento.
El traje que se enfundaba cada mañana para ir a buscar trabajo empezaba a no ser elegante. Estaba hecho para una persona fuerte y recia, un año antes lo era. Si se hubiese quedado así por voluntad propia incluso lo agradecería, pero había sido por cojones, como todo lo que le ocurría. Por cojones adelgazaba, por cojones se marchaba su familia, por cojones había vendido su coche y muchas de sus pertenencias, por cojones iba a perder su casa. Por cojones estaba hasta los cojones.
¿Donde coño voy hoy? Tercero.
Todo el mundo siempre habla de buscar trabajo de lo suyo, pero lo suyo se había convertido en patear polígonos industriales ofreciéndose como una puta que busca clientes y que muestra la mejor de las sonrisas para ocultar la peor de las tristezas. Lo suyo, era cualquier cosa que le diese una solución a su puta vida. Lo suyo, era cualquier trabajo por mucho que tuviese que trabajar o por poco que le pagasen. Todo era mejor que lo suyo. Lo suyo, sería que todo cambiase y dejase atrás esta racha que ni el jugador de pocker más gafe tendría jamás.
Suerte tenemos con la que esta cayendo, le decía todo el mundo...
...Y a lo mejor tenían razón. Igual tenía que dejar de preocuparse y pensar que todo se acabaría arreglando. Igual todo era un sueño, como Martin Luther King o como Resines. Igual una mañana de estas se levanta y su familia no se ha marchado, ni ha perdido su trabajo, ni tampoco en su buzón se agolpan las cartas del banco reclamándole las cuotas de la hipoteca que hace tiempo que ha dejado de pagar. A lo mejor es rico y ha soñado lo anterior mientras descansa en una playita caribeña en la que pasa seis meses al año mientras se ocupa de unos negocietes.
Igual estaba empezando a perder la cabeza. Era lo único que le faltaba por perder.
Espectacular, me ha encantado el tono gris que le has dado al relato. Lo peor es que muchas vidas son exactamente así hoy día. Mientras lo leía, sólo podía pensar en una canción, que concuerda perfectamente con tu texto: http://www.youtube.com/watch?v=4N3N1MlvVc4
ResponderEliminarMe pasaré más a menudo por aquí. Si tienes un rato pásate por mi blog a ver qué te parece.
¡Un abrazo!
Así, así es la vida. Dura, cruel. No soy de principes ni princesas, ya lo sabes. Y has enseñado perfectamente un trozo de la vida de cualquiera de nosotros en un momento determinado. Enhorabuena amigo. Un abrazo y sigue así, lo haces muy bien ;)
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