lunes, 5 de marzo de 2012

Seis de largo, cuatro de ancho


Tercera noche sin dormir. Félix, daba vueltas en la celda. Cuatro pasos de ancho, seis de largo. Calculaba que llevaba recorrida la distancia que había entre su casa y la prisión. Seis de largo, cuatro de ancho. Una vez y otra más. Dormir no entraba en sus planes. En su cabeza ya no había planes.

El director de la prisión le comunicó el accidente. Félix, mientras le daban la noticia, intentaba averiguar si aquellas palabras sonaban a burla o escondían sarcasmo. Por suerte para los dos no fue así. Sus padres muertos. Accidente. Camino de la prisión. Solo memorizó estas tres frases y el rostro del director. No. Sonaron a pena.



Cuatro de ancho, seis de largo



 Sentía correr la sangre por la camiseta. Estuvo dos horas rasgando su espalda contra la zona más rugosa de la pared. "Others pay" (Otros lo pagarán). Las palabras tatuadas en su espalda cobraban sentido. Dolían más que la herida. Le vino una arcada, pero no dejo de caminar.

No quiso ir al entierro. No podría aguantar la mirada de su hermano. No quería pasar también por eso. Su hermano, seguramente tampoco aguantaría su mirada. Sentimiento, demasiado duro. Félix, cerraba los ojos. Imaginaba a su padre conduciendo su viejo Renault y preguntando a su madre cuando o donde se habían equivocado para que su hijo acabara así. Seguramente, su madre se pondría a llorar y su padre perdería la visión cuando las lágrimas también inundaran sus ojos. Seguramente, se miraron antes de estrellarse sabiendo que aquel era el precio a pagar por tener un hijo así. Su hermano, también tenía que pagar un alto precio. Su hermano, lo había dejado huérfano.



Seis de largo, cuatro de ancho



Félix, no culpaba a nadie. Félix, solo culpaba a Félix. Sus padres fueron buenos padres, trabajadores incansables que lucharon por sacar a sus dos hijos adelante. Félix, siempre los vio como perdedores de vidas sencillas incapaces de llegar a donde él iba a llegar. Dejó de andar. No era esto lo que esperaba. Podrirse en una mierda de celda de cuatro pasos de ancho por seis de largo no era la idea. Robar era para hacerse un nombre. Tenía amigos que lo consiguieron. Ellos, estaban en la calle disfrutando. Sus padres iban a ver al perdedor que tenían por hijo. Fue uno de estos amigos el que apretó el gatillo y Félix como no era un chivato, pagaba las consecuencias. Menuda mierda de nombre se había hecho. Él era el único responsable. Gilipollas, era su nombre.





Cuatro de ancho, seis de largo.



Félix, ya no pensaba. Solo golpeaba la pared. Izquierda, derecha. Destrozaba sus nudillos mientras pedía perdón a gritos. Por fin salían las lágrimas y no por el dolor de las manos.

"Other pay" pasaba a ser una herida sin curar que llevaría para siempre en su espalda. También en su alma.


3 comentarios:

  1. ¡JO-DER! Tio, me pones los pelos de punta, es acojonante, genial el relato. ¡un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Muy bien amigo. Muy bien narrado. Como un zumbido constante en mi cabeza...Ese es el gran logro, pasar su pensamiento al mio, transmitirme su intranquilidad, su ansiedad. Como un eco retumbando constantemente, sus palabras le autoanalizan, le ayudan a apoyarse en su gran desgracia, a intentar levantarse.Este me ha gustado mucho. Genial amigo!.

    ResponderEliminar
  3. HIPER_COCO
    Definitivamente, te quiero tío, esta muy bien. Es estremecedor el pensamiento del chaval, te seduce y te impacta... Enhorabuena, sigue así, un abrazo...

    ResponderEliminar