Tercera noche sin dormir.
Félix, daba vueltas en la celda. Cuatro pasos de ancho, seis de largo.
Calculaba que llevaba recorrida la distancia que había entre su casa y la
prisión. Seis de largo, cuatro de ancho. Una vez y otra más. Dormir no entraba
en sus planes. En su cabeza ya no había planes.
El director de la prisión le
comunicó el accidente. Félix, mientras le daban la noticia, intentaba averiguar
si aquellas palabras sonaban a burla o escondían sarcasmo. Por suerte para los
dos no fue así. Sus padres muertos. Accidente. Camino de la prisión. Solo
memorizó estas tres frases y el rostro del director. No. Sonaron a pena.
Cuatro de ancho, seis de
largo
Sentía correr la
sangre por la camiseta. Estuvo dos horas rasgando su espalda contra la zona más
rugosa de la pared. "Others pay" (Otros lo pagarán). Las
palabras tatuadas en su espalda cobraban sentido. Dolían más que la herida. Le
vino una arcada, pero no dejo de caminar.
No quiso ir al entierro. No
podría aguantar la mirada de su hermano. No quería pasar también por eso. Su
hermano, seguramente tampoco aguantaría su mirada. Sentimiento, demasiado duro.
Félix, cerraba los ojos. Imaginaba a su padre conduciendo su viejo Renault y
preguntando a su madre cuando o donde se habían equivocado para que su hijo
acabara así. Seguramente, su madre se pondría a llorar y su padre perdería la
visión cuando las lágrimas también inundaran sus ojos. Seguramente, se miraron
antes de estrellarse sabiendo que aquel era el precio a pagar por tener un hijo
así. Su hermano, también tenía que pagar un alto precio. Su hermano, lo había
dejado huérfano.
Seis de largo, cuatro de
ancho
Félix, no culpaba a nadie.
Félix, solo culpaba a Félix. Sus padres fueron buenos padres, trabajadores
incansables que lucharon por sacar a sus dos hijos adelante. Félix, siempre los
vio como perdedores de vidas sencillas incapaces de llegar a donde él iba a
llegar. Dejó de andar. No era esto lo que esperaba. Podrirse en una mierda de
celda de cuatro pasos de ancho por seis de largo no era la idea. Robar era para
hacerse un nombre. Tenía amigos que lo consiguieron. Ellos, estaban en la calle
disfrutando. Sus padres iban a ver al perdedor que tenían por hijo. Fue uno de
estos amigos el que apretó el gatillo y Félix como no era un chivato, pagaba
las consecuencias. Menuda mierda de nombre se había hecho. Él era el único
responsable. Gilipollas, era su nombre.
Cuatro de ancho, seis de
largo.
Félix, ya no pensaba. Solo
golpeaba la pared. Izquierda, derecha. Destrozaba sus nudillos mientras pedía
perdón a gritos. Por fin salían las lágrimas y no por el dolor de las manos.
"Other pay" pasaba
a ser una herida sin curar que llevaría para siempre en su espalda. También en
su alma.